Cuando hablamos de alimentación infantil, uno de los pilares fundamentales es la variedad. No se trata solo de que los chicos “coman bien”, sino de que aprendan a disfrutar de distintos sabores, colores y texturas desde pequeños. Esto no solo ayuda a prevenir el rechazo a ciertos alimentos, sino que sienta las bases de una alimentación consciente y equilibrada a lo largo de la vida.
¿Qué significa ofrecer variedad?
Variedad no es darles comida distinta todos los días sin rumbo. Es más bien una forma de enseñarles que el mundo está lleno de opciones nutritivas y sabrosas. Incluir frutas, verduras, cereales, legumbres, proteínas animales o vegetales y grasas saludables no solo fortalece su sistema inmune, sino que les da herramientas para elegir mejor a futuro.
Además, un niño que crece comiendo de todo (o al menos conociendo de todo) es un adulto con menos prejuicios frente a los alimentos. ¿Y sabés qué? También reduce las chances de que caigan en dietas monótonas o poco nutritivas más adelante.
Variedad y desarrollo cognitivo
Muchos estudios muestran que una dieta variada está directamente vinculada al desarrollo del cerebro en la infancia. Vitaminas como la B12, minerales como el hierro y grasas como el Omega-3, todas presentes en diferentes alimentos, son clave en esta etapa. Y todo eso se logra más fácil cuando el menú no se repite una y otra vez.
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