Una de las trampas más difíciles de la ansiedad es su habilidad para esconderse. Muchas personas van de médico en médico buscando una explicación para síntomas que parecen físicos, pero que no tienen una causa médica aparente. El verdadero origen muchas veces está en la ansiedad.
El cuerpo habla lo que la mente calla
La ansiedad no siempre se presenta como preocupación o nerviosismo. En muchos casos, se manifiesta en el cuerpo: palpitaciones, vértigo, fatiga, nudos en el estómago, tensión muscular o incluso sensación de desmayo. Lo más engañoso es que estos síntomas se sienten muy reales. Y lo son. Pero no surgen de un problema físico en sí, sino de un estado emocional sostenido en el tiempo.
Ir al cardiólogo, al neurólogo, hacerse estudios… todo sale “bien”. Pero uno no se siente bien. Esa es la frustración que viven muchas personas.
¿Por qué sucede esto?
Cuando estamos bajo un estrés constante —aunque sea mental o emocional— el sistema nervioso se altera. El sistema digestivo se desacelera, los músculos se tensan, la respiración se vuelve más superficial. Todo eso genera síntomas que se sienten en carne propia. Pero el origen sigue siendo la ansiedad.
El riesgo de no identificarlo a tiempo
No reconocer la ansiedad como origen de esos síntomas lleva a vivir en un círculo de miedo y frustración. Miedo a tener algo grave. Frustración por no encontrar respuestas. Esto alimenta aún más la ansiedad… y, por ende, los síntomas.
Reconocer que el cuerpo está gritando lo que la mente no puede expresar es el primer paso para sanar.
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