Cuando pensamos en salud infantil, solemos centrarnos en vacunas, pediatras o crecimiento físico… pero muchas veces pasamos por alto algo fundamental: los hábitos alimentarios que se instalan desde los primeros años de vida.
Y sí, ahí se juega una parte clave del bienestar a largo plazo.
¿Qué es un hábito alimentario?
Un hábito alimentario no es una dieta, ni una moda del momento. Es un patrón de comportamiento: lo que un niño aprende a elegir y comer día a día.
Se forma con:
- Repetición
- Ejemplo de los adultos
- Entorno disponible (lo que hay en casa)
- Asociación emocional (comer no es premio ni castigo)
¿Cuándo empezar?
Cuanto antes, mejor.
Desde la introducción de alimentos sólidos (alrededor de los 6 meses), el bebé empieza a conocer sabores, texturas, colores… y a formar sus primeras preferencias.
Si en casa hay frutas, vegetales, legumbres, agua y comida casera, es eso lo que incorporará como “normal”. Si hay gaseosas, golosinas y paquetes, también.
Tips clave para construir buenos hábitos
- Comer en familia siempre que se pueda
- No obligar, pero sí ofrecer variedad
- No usar comida como premio ni castigo
- Involucrarlos en la cocina (¡sí, aunque ensucien!)
- Predicar con el ejemplo
- Fomentar la conexión con el hambre real, no con el aburrimiento o la ansiedad
Es un camino, no una carrera
No se trata de lograr una dieta perfecta, sino de construir una relación saludable y consciente con los alimentos. Un niño que come con placer y sin culpa es un adulto que cuida su salud desde el disfrute.
Entrá al blog y descubrí cómo podés empezar hoy mismo a transformar la alimentación familiar.