De repente, el entorno se vuelve extraño. Las cosas parecen lejanas, tu cuerpo liviano, la vista se nubla y el suelo se siente inestable. No, no es vértigo, ni un problema en la vista. Es ansiedad, disfrazada de síntomas físicos.
¿Por qué ocurre esto?
Cuando estamos ansiosos, el cuerpo entra en estado de supervivencia. Se activa el sistema nervioso simpático, y eso provoca una serie de reacciones físicas: hiperventilación, tensión muscular, aceleración del ritmo cardíaco. Todo eso puede afectar el equilibrio, la visión y la percepción de la realidad.
Respirar rápido, por ejemplo, reduce los niveles de dióxido de carbono en sangre. Esto puede provocar mareos, visión borrosa, hormigueo en las manos o sensación de desmayo. Pero no es peligroso, aunque sí muy angustiante.
“Siento que me voy a desmayar… pero nunca me desmayo”
Es una frase común en quienes sufren ansiedad. Y es que, aunque la sensación es intensa, no suele llevar al desmayo. De hecho, el cuerpo está hiperactivo, no en caída. Pero el miedo a que “algo grave” esté pasando aumenta los síntomas… y el círculo se retroalimenta.
¿Qué hacer?
Lo primero es entender que no estás solo. Estos síntomas son frecuentes en personas con ansiedad y, aunque alarmantes, no son peligrosos. Aprender técnicas de respiración consciente, volver al cuerpo con anclajes físicos (como caminar descalzo o sostener un objeto frío), y practicar la atención plena, ayuda a recuperar la estabilidad.
Y sobre todo: no pelear con la sensación, sino acompañarla con comprensión y herramientas reales.
>>¿Querés obtener una guía práctica para eliminar los síntomas físicos de la ansiedad? <<
Entrá ahora a nuestro blog y empezá a descubrir cómo reconectar con tu cuerpo y tu tranquilidad.