Dolores musculares, tensión constante y contracturas: el cuerpo habla lo que la mente calla

¿Te duele la espalda, el cuello, los hombros… pero no hiciste ningún esfuerzo físico? ¿Sentís que tu cuerpo está “cargado” como si llevaras una mochila invisible? Esa tensión, muchas veces, no es física sino emocional. Y tiene nombre: ansiedad.

El cuerpo acumula lo que no expresamos

Cuando vivimos en estado de alerta constante, nuestro cuerpo se prepara para luchar o huir, como si estuviéramos ante un peligro real. Aunque ese peligro no exista, el sistema nervioso activa los músculos, especialmente los de la espalda, el cuello y la mandíbula. ¿El resultado? Contracturas, dolor, rigidez.

Con el tiempo, esta tensión sostenida se vuelve parte de la vida cotidiana. Nos acostumbramos a vivir con el cuerpo en guerra. Y eso, además de doloroso, agota.

¿Por qué no cede con masajes o pastillas?

Porque el origen no está en el músculo, sino en la mente. El masaje alivia, sí, pero si el sistema nervioso sigue en alerta, la tensión vuelve. Lo mismo pasa con los analgésicos: tapan el síntoma, pero no la raíz del problema.

La solución verdadera comienza cuando aprendemos a reconocer el vínculo entre lo emocional y lo físico. Cuando dejamos de luchar contra el dolor y empezamos a comprender su mensaje.

El cuerpo no miente

Escuchar al cuerpo es el primer paso. El segundo es aprender a relajarlo desde adentro. Técnicas de respiración, herramientas de regulación emocional, movimientos suaves, y sobre todo, conciencia de lo que sentimos, son aliados clave para liberar esa tensión.

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