El mito del ‘ya va a comer’
A veces escuchamos frases como “es una etapa” o “cuando tenga hambre va a comer”, y si bien es cierto que los niños pasan por momentos de menor apetito, subestimar una alimentación deficiente puede traer consecuencias más grandes de lo que se cree. No se trata solo de comer poco, sino de qué se come y cómo. El cuerpo y el cerebro en desarrollo necesitan combustible de calidad.
Déficits que se sienten (y se ven)
Una alimentación pobre en nutrientes puede provocar falta de energía, problemas de concentración, mayor irritabilidad, baja de defensas y hasta dificultades en el crecimiento físico. El hierro, el zinc, el calcio, las vitaminas del grupo B, todos cumplen funciones clave. Y si alguno falta de forma sostenida, se nota: tanto en el cuerpo como en el comportamiento.
No es solo salud física, también emocional
Los niños que se alimentan de forma inadecuada también pueden sentirse más cansados, ansiosos o incluso frustrados. Y no, no siempre saben expresarlo con palabras. Por eso es importante observar, acompañar y ofrecer alimentos variados que no solo nutran, sino que también sean presentados con amor, paciencia y juego.
La prevención empieza en la cocina
Tomarse el tiempo para aprender sobre los efectos de una buena alimentación infantil es un acto de cuidado profundo. No se trata de ser estrictos, sino de estar informados. Muchas veces, pequeños cambios en lo que se ofrece día a día hacen grandes diferencias en la salud general del niño.
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